El clásico tapatío

De cómo lamento que el mejor equipo de México gane el clásico tapatío. Aunque mi familia me odie: ojalá no dejen de ganar.

Cada partido es un suplicio: desde que tengo uso de razón, los clásicos tapatíos son fechas muy complicadas. La mitad de la familia en Guadalajara le va al Atlas con un amor y una pasión admirable. Mi admirado abuelo materno era Atlista y juraba que su sangre era 'más prieta porque era rojinegra'.
Imaginen la presión que se siente el gusto de ganar el partido del orgullo y lo terrible que es aguantarse las ganas de presumirles el triunfo a mis seres queridos.

En fin, yo heredé la tradición de mi otro abuelo, del que me llevó por primera vez al Estadio a ver un clásico de futbol.

En fin, desde ayer primos y tíos llamaron incansablemente para decirme que el partido fue un robo, que Vergara compra los partidos importantes y que la afición del Atlas merecía llevarse el triunfo, o cuando menos, el empate.

A mi, por primera vez desde hace muchos partidos, me gustó el equipo. Me gustó cómo jugó Omar Arellano, Morales y sobretodo, la participación de un portero que, cuando menos, sale de la portería con cautela.

Creo que el triunfo de ayer no fue un regalo. ¿Ustedes qué opinan?

Aguiluchos: que ardida le han dado a los cementeros (mi prima cementera ni siquiera me quiso contestar el teléfono cuando le llamé para burlarme). Ya ni la amuelan, por eso nadie los quiere. Ya nos veremos en nuestro clásico, polluelos.